sábado, 1 de octubre de 2011

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Me abandono, (como de costumbre) me abandono entre la grasa urbana: sus esferas, las esperas. Las estúpidas escrituras...todo es un poco más cruel en este momento, la compañía se esfuma, los cigarros cada vez más lentos, cada vez más rutinarios. Se viene abajo el asfalto entre una sensación paroxística de inmovilidad. Temperatura ambiente. No creo en eternidades hermosas, creo en la destrucción infinita de todo esto, mientras mentimos, mientras me miento…no hay acuerdos que vayan más allá de días y del puto dinero…pondré en su lugar la existencia de lo efímero, los recuerdos y los recorridos de los cuerpos, los olores y hasta las absurdas nostalgias. Existen las dementes que nos paren, nos expulsan para luego exiliarnos, las matamos, nos olvidamos. Existen los cardiacos revolcándose miserablemente en un cafetín subterráneo con putas gordas, con anhelos de nada con anhelo de encontrar la muerte. Existen los farmacodependientes, la esquizofrenia, la ciclotimia, la diabetes, la flatulencia, la sexsomia. Coexisten las mil y “ninguna” cura, pues los ovillos de las enfermedades cada día se proliferan y hay más mierda que curas (¿y las necesitamos? ¿las queremos?) al final no queremos alivio, todo lo que buscamos es sobrevivir en nuestro cosmos de caos, necesitamos de esos virus, de esas patologías, necesitamos del mugre, del polvo, de los parásitos, necesitamos de los otros miserables para obtener nuestro propio engaño.. necesitamos todas estas mentiras, la vida, el reloj, la familia, los libros, el amor, el ruido, el sexo, el arte, las ciudades, las leyes y hasta los calendarios…necesitamos de los mentirosos, sí, necesitamos de ellos para detenernos por cinco segundos y sentir las descargas eléctricas de risas, necesitamos de esas risas hipócritas, esas que muestran los dientes como cajones que contienen haluro, un haluro blancuzco que se va tiñendo de nicotina hasta calarse en el ano…necesitamos de un envase para caminar, para creer en el orgasmo, necesitamos decorarlo, modificarlo, soportarlo y llenarlo de excesos, llenarlo de alcohol, sacudirlo, vomitarlo, vomitarlo todo, los fluidos amarillentos, las caricias, las drogas, las tristezas, la comida nocturna, los pasos tediosos, el desayuno a tres piezas, las mañas y hasta los días, sí vomitar los días, vomitar un martes tedioso de cine lento con emulsiones enredadas, un jueves de latas de cerveza y cajetillas de piel roja, vomitar un domingo con su soledad color violeta…y así deshacernos de nosotros mismos, con todos nuestros inútiles kilogramos, con todos los códigos tatuados en nuestra materia gris, con todas las sensaciones de ceremonias inocuas al transitar nuestras avenidas, nuestros callejones perdidos, podridos, atravesando cifras inservibles, moralidades de mierda, y libros olor a muerto que vendrán con miedo para dar alpiste a los sicarios de la conciencia.

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